Lugar: Palacio de los Deportes (Madrid).
Fecha: 12/12/10.
Precio: Desde 70 euros.
Asistencia: 15.000 personas (lleno).
Asumámoslo de una vez: Lady Gaga es una chica muy lista. La neoyorquina se ha consolidado en apenas dos años como la indiscutible primera estrella global del siglo XXI. Y lo ha hecho con unas armas absolutamente nuevas en el terreno del pop: la fealdad frente a la belleza, lo estrafalario frente a lo sensual, la filosofía de ser alguien marginal y rechazado frente al sentimiento de éxito y popularidad. The Monster Ball Tour, su mastodóntica gira, recalaba ayer en Madrid y evidenciaba la efectividad de la fórmula de Gaga. Durante sus dos horas de concierto, la cantante mantuvo la pasión del público al rojo vivo. 15.000 personas la adoraron en cada grito, paso de baile, acorde de piano o nota de voz. En su espectáculo hubo hueco para la música, el teatro, el baile y la filosofía. Completísimo para sus fans, pero quizás inaccesible para los no-feligreses. Era difícil no aburrirse con sus facilones monólogos sobre la conjura de los apestados de clase, del mismo modo que lo era emocionarse con sus coreados ataques de histeria sobre las tablas. Las pausas entre acto y acto, necesarias para cambiar el decorado (mucho más impactante en fotos que en directo), acentuaban ese creciente tedio. Musicalmente, sin embargo, Gaga demostró sensibilidad rockera y vozarrón para interpretar dos de sus mejores temas, Speechless y You and I. Y en cuanto a sus cualidades para la interpretación, quedaron brillantemente probadas con el número final de Paparazzi, uno de los momentos más espectaculares de esta bien definida ópera pop, llena de luces y sombras. Así lo vivió ROLLING STONE, minuto a minuto:
20.00 horas. La cola da la vuelta al Palacio de los Deportes de Madrid. Los primeros en pasar son los que cuentan con una entrada para pista. "Aquí hay más de 15.000 personas", dice un policía a su compañero. Hay sospechas de que se han distribuido muchas entradas falsas. Caras de preocupación entre los organizadores.
20.55. Unas chicas lloran en la puerta del Palacio. No pueden entrar, porque sus entradas son falsas. "Las compramos en viagogo.es", sollozan. Cerca, venden pelucas rubias, a lo Gaga, por 12 euros. La reventa de entradas (de las de verdad) ha alcanzado 400 euros.
21.12. Se apagan las luces. Los gritos de los 15.000 asistentes al concierto son atronadores. Lady Gaga comienza con Dance in the dark tras una red semitransparente.
21.21. Un coche humeante en el centro del escenario. Gaga levanta el capó, que oculta un piano. Toca los acordes que introducen Just dance. El cuerpo de baile, que comparte imagen glam-choni con la diva, pone a funcionar sus músculos.
21.30. Lady Gaga se marca un discurso en inglés sobre el valor de ser un freak. Y añade: "Esta noche y todas las noches a partir de ahora seréis quiénes queráis ser". Emotivo si no fuera porque es exactamente lo mismo que dijo en Barcelona.
21.39. Tras una pequeña pausa para cambiar el decorado ("Soy una zorra libre", se escuchaba recitar a Gaga mientras tanto), el escenario emula ahora una estación de metro.
21.42. La neoyorquina, de 24 años, tiende de nuevo un capote a los marginados. "Yo no era valiente, pero vosotros me habéis hecho serlo. Todos podemos ser una súper estrella. No dejéis nunca que nadie os juzgue por ser diferente", dice.
21.42. Gaga manda un saludo a los gays de Madrid (que vienen a ser las tres cuartas partes del aforo) justo después de cantarle Cumpleaños feliz a una chica de la primera fila. Estas intervenciones llenan los huecos de un directo con no demasiado material al que agarrarse: un disco y medio.
21.52. Ahora, vestida con un vestido de cuero largo, brillante se marca un solo con un híbrido de guitarra y piano. Pregunta al respetable si son unas zorras y hace que el sonido de su voz, en estos discursos exageradamente largos, oscile entre el gemido y el grito estrepitoso.
21.55. La antaño marginada y hoy ídolo de masas invita a diez bailarines a unirse a ella para Telephone. Nadie parece echar de menos a Beyoncé, demasiado clasicota para la modernez reinante.
22.00. La cantante se sienta al piano junto a una bandera de España y recuerda su primera actuación en Madrid. "Fue en una discoteca gay e hice doble función porque 400 personas se quedaron en la calle", explica. Ocurrió en 2009 en el Ocho y Medio.
22.04. Speechless es uno de los mejores temas de Gaga, de los pocos con los que realmente puede demostrar su extraordinaria habilidad para el canto. La interpreta, rociada de un rollo soul, sentada frente a un piano del que sale una minúscula pero resultona llama de fuego.
22.13. You and I, una canción todavía inédita, sirve a la diva para demostrar que sabe tocar el piano con los pies. Increíble, pero suena bien. El concierto discurre ahora por su etapa más rock. Y Gaga ya ha vestido seis modelitos diferentes. El séptimo tiene como complemento un tocado propio de las representaciones de la Virgen.
22.20. De nuevo, una pausa para cambiar el decorado. Estas paradas ralentizan demasiado el ritmo de lo que Gaga ha llamado "la primera ópera pop".
22.23. El suelo eleva a Gaga a unos metros de altura durante So happy I could die. Los camareros de la zona VIP se han tomado un descanso para sacar fotos al fenómeno.
22.29. La escena se ha convertido en un bosque sombrío, donde, sin embargo, los violines de los músicos están teñido de un chillón color rosa. La protagonista se enfunda su célebre vestido de pelo natural, similar a una creación de Yves Saint Laurent de 1965. Gaga no ha inventado nada, aunque copia con un talento encomiable.
22.38. Lady Gaga sigue explotando en sus monólogos la empatía con los jóvenes que alguna vez se sintieron excluidos. "Cuando iba al instituto no me sentía guay ni sexy ni nada", cuenta justo antes del baile coral (con grandes dosis de ejercicios actorales) de Teeth. Definitivamente, The Monster Ball Tour es una ópera pop cuando Lady Gaga no la interrumpe con sus eternos discursos de "vivan los raros".
22.40. Una sustancia roja, que emula ser sangre, ha manchado el cuerpo de la neoyorquina, que del idioma de Cervantes sólo acierta a decir "pequeños monstruos". Ahora grita iracunda, patalea e insulta (a veces incluso finge llorar). Y el público entra en éxtasis. El problema es que si no eres rematadamente fan, estas interpretaciones de ataques de ira pueden dejarte bastante frío (o, si se es más ingenuo, preocupado por la salud mental de la señorita Germanotta).
22.54. Momentazo con Alejandro, una canción tan absurda como bailable. Le sigue Poker face: apoteosis general.
23.00. Sucede el mejor momento del concierto. Paparazzi suena fresca y divertida. Un monstruo/pulpo gigante (el monstruo de la fama) agarra a Gaga con sus tentáculos, que se retuerce, asustada, en el suelo. Al lograr escaparse, se activan los lanzallamas que tiene sobre sus pechos. Se despide parca en palabras (cosa rara) y el público no hace ni el más mínimo amago de volver a casa.
Aqui os dejo un video..
Y unas imagenes ...
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